El sistema defensivo localizado en Santa Eulalia contenía una muralla principal, un antemuro y una cárcava. En el área excavada por Manuel Jorge Aragoneses, la muralla principal ofrecía tres torres de planta rectangular, muy próximas entre sí, por lo que uno de los elementos más característicos de las murallas de Santa Eulalia viene representados por los torreones de planta rectangular.
Por delante de la muralla principal corre la barbacana, pasillo abierto de unos 7 metros de amplitud. Protegiendo este corredor, se alza la sitara o revellín, antemuro de menor altura que el principal, encargado de recibir los ataques directos del exterior, tanto humanos como naturales.
La guarnición arquitectónica de las puertas existentes en el bastión de la sitara, a juicio de Jorge Aragoneses, parece que fue de argamasa de cal vista, sin ningún revestimiento cerámico o pétreo. La puerta central del bastión fue destruida por las reformas medievales. A ambos lados del bastión, tanto en dirección E como dirección O, se prolonga el antemuro fortificado.
Por delante del antemuro corrió el val de San Juan, foso que rebasaba la Puerta de Santa Eulalia e iba a desembocar al cercano río Segura. El terreno donde se asientan esta serie de fortificaciones descendía suavemente hacia el cauce del Segura, el importante foso natural que defendió el tramo meridional de la cerca árabe de Murcia.
La puerta de codo tuvo pues su salida al campo por el O. y su entrada a la ciudad por el N. con un ámbito sensiblemente cuadrado en el centro y una serie de estancias abiertas a él, cuyas puertas a juicio de Aragoneses, dieron el nombre de Puerta de las Siete Puertas a esta de Santa Eulalia.
El paso en recodo tenía por finalidad dificultar la entrada del enemigo en la ciudad, una vez que éste había forzado la puerta exterior, el objetivo, tal y como describe Aragoneses, se conseguía haciendo recorrer al atacante un camino tortuoso fácil de hostigar, ya que era obligada la permanencia en él durante más tiempo que en los accesos directos. El recodo rompía el ímpetu de la caballería, ya que otra manera habría irrumpido a golpe tendido en el interior de la fortificación. El enemigo era asaeteado en el recodo desde aspilleras abiertas en los muros.
Texto y documentación:
Tomás García Martínez.
Locución:
Tomás García Martínez.
Bibliografía:
FUENTES Y PONTE, J.: España Mariana. Provincia de Murcia. Lérida, 1881.
JORGE ARAGONESES, M.: Museo de la muralla árabe de Murcia. Madrid: Dirección General de Bellas Artes, 1966.
Prensa (Archivo Municipal de Murcia):
Diario de Murcia.
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