A lo largo de la historia las campanas han servido para avisar al vecindario de un territorio. El papel comunicador y transmisor de las campanas se inicia cuando son instaladas en lo alto de los templos cristianos, bien en pequeñas espadañas o en los propios muros. A través de sus diferentes toques, los colonos sabían si había peligro, de incendio o inundación; si era por fallecimiento, hombre, mujer, niño o si acontecía fiesta, misa, procesión o romería.
El sonido de cada campana o la forma de tocarla venía a representar tristeza o felicidad; alegría o desilusión, era un lenguaje inserto en los vecinos de Santa Eulalia, atentos siempre al sonido creado por el sacristán de la parroquia.
Los feligreses de Santa Eulalia eran avisados a través del toque de campanas para acudir a los cultos del Rosario convocado a través del toque de oraciones en el mes de octubre. Lo mismo ocurría con los triduos organizados al glorioso San Joaquín o con motivo de la festividad de La Purísima (mes de diciembre), donde se convocaba a los vecinos y parroquianos de Santa Eulalia al toque de oraciones para asistir a los cultos religiosos de aquellos días. La mañana del 2 de febrero (festividad de la Candelaria) amanecía con el repique de campanas de la parroquia, los vecinos despertaban para acudir a la plaza y disfrutar de un día de fiesta. En Semana Santa y hasta el Domingo de Resurrección enmudecían las campanas, su sonido era sustituido por las matracas de madera instaladas en las torres de algunas iglesias, así como por las carracas portadas por los propios fieles llamando a los oficios de Jueves y Viernes Santo.
El sonido de las campanas ayudó a salvar vidas y prevenir daños mayores. El 4 de noviembre de 1869, las campanas de Santa Eulalia y San Lorenzo comenzaron a sonar debido a un fuego localizado a las afueras de la puerta de Orihuela. En numerosas ocasiones, las malas condiciones de vida de aquellos vecinos de Santa Eulalia, provocaba conatos de incendio en sus hogares, sofocados por los propios vecinos.
Texto y documentación:
Tomás García Martínez.
Locución:
Tomás García Martínez.
Fuente:
Fuego. La Paz. 5 de noviembre de 1869, p. 1.
Diario Murciano. 19 de mayo de 1904, p. 3.
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